jueves, 20 de diciembre de 2012

Anne Marie

Ni siquiera sabía qué día era. Los adornos que decoraban la escuela habían pasado desapercibidos para ella. Las últimas semanas desde que comenzaron las vacaciones habían sido una sucesión de goteros, máquinas de respiración asistida y agujas.

Todo eran risas más allá de la puerta de su habitación. Pasos apresurados, juegos tontos. Golpes en la pared. Algún alumno entrando en fase accidentalmente. 

Aquel olor a desinfectante de hospital.

Para cuando Anne Marie pudo introducir sus diminutos pies dentro de las zapatillas, reinaba el silencio. El sol brillaba a través de su ventana. Los jardines de la escuela estaban cubiertos por una fina capa de nieve. No nevaba tanto como en su ciudad natal, Ontario, pero aquella blancura le daba a todo un aire pintoresco

Escuchó la nada a través de la puerta de su habitación, y así supo que Andrei la estaba esperando. Escuchar la nada en su mente entrenada para no pensar la hizo relajarse por primera vez en mucho tiempo. Aquel entrenamiento soviético le confería cierto alivio después de años y años de bla bla bla. El hombre le confió una de sus escasas sonrisas cuando ella salió. Llevaba un camisón azul celeste, sobre el cual había puesto un albornoz algo más oscuro. Él, simplemente una camiseta blanca de tirantes y unos vaqueros. En Nueva York no nevaba tanto como en Ontario, pero juraría que en Ontario no nevaría ni la mitad que en Siberia. 

Aquel hombre la condujo hacia el salón principal. Ningún alumno se había levantado todavía. El enorme abeto ocupaba toda la zona central del salón. Había multitud de regalos a su alrededor, amontonados y envueltos de brillantes colores. Así que era Navidad. Ni siquiera había cenado nada en condiciones en Nochebuena. Andrei vio el gesto torcido de su pequeña amiga. Sabía que las fiestas la desagradaban. Demasiado bullicio y expectación. La condujo hacia un diván algo apartado e hizo que se sentara.

Después, le acercó algo envuelto en un sobre. Como los que le daban en el hospital cada vez que se hacía alguna prueba. Intrigada, sacó el contenido y lo extendió sobre sus rodillas. Eran dos billetes de avión hacia Siberia. Después, una gran cantidad de información, documentos, papeles. El soldado de invierno. Documentos clasificados. Secreto de sumario. Andrei se arrodilló frente a la joven rubia, la tomó de una mano y la miró a los ojos.
-Necesito tu ayuda.

Aquellas tres palabras la alegraron más que cualquier regalo que hubiese podido recibir en Navidad.

1 comentario:

  1. Uhhh Andrei pidiendo ayuda, a saber que oscura misión les hara viajar hasta siberia en invierno (qe intriga)

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