lunes, 14 de enero de 2013

Claudia II


El príncipe había sido claro. Pilladlo. Aquel cabrón había estado jodiendo por los bajos fondos desde hacía algo así como una semana. Siete chicas habían aparecido muertas en aquel transcurso de tiempo; lo que aquel hijo de puta no sabía era que tres de ellas pertenecían a algunos vampiros de la ciudad. No vampiros muy importantes, pero sí lo suficientemente influyentes como para que el príncipe moviera su blanco culo.
Había sido muy claro: pilladlo. Como sea, pero antes de que acabe la noche quiero la cabeza de ese mortal de mierda encima de mi mesa. 

Yasshiff me dejó estar en la reunión. Siempre que el Príncipe le pedía algo, me llevaba con él. No sabía exactamente por qué, pero por mi cabeza rondaba la idea de que lo hacía para lucirme. O quizá para recordarle que tampoco era tan malo, para evitar una caza de sangre.

Mis tacones resonaron por el hall del Elíseo cuando salimos, mientras Yasshiff se encendía un cigarrillo que me olió a gloria. Expiró el humo de un soplido mientras subíamos al coche y encendía el contacto. 
-¿Qué toca ahora? -Le pregunté, quitándole el cigarrillo de la boca para aspirar un poco de nicotina mezclada con alquitrán y otras mierdas.
-Ahora toca que trabajes un poco. -Dio un par de volantazos antes de detenerse de golpe. Sentí el cinturón de seguridad ejercer una presión excesiva sobre mi hombro en lo que me inclinaba hacia adelante por el frenazo. Cinturón de seguridad. Era algo que había aprendido a sangre y fuego desde que servía a Yasshiff.

Pasamos por casa el tiempo suficiente como para elegir el modelito más obsceno de mi armario. Después, y casi desnuda, me llevó al mercado de la carne. Las chicas comenzaron a mirarme mal en cuanto me bajé del coche. Hacía muchísimos años que no me dedicaba a aquello, pero no había olvidado las normas básicas, así que me acerqué a una de ellas y traté de hacerle ver, con pocas palabras, que no iba para eso. Creo que creyeron que era una policía infiltrada, y pensé que iban a darme una paliza justo antes de que un cadillac rojo diera la vuelta a la esquina. Todas desaparecieron en los portales y los callejones, y me quedé completamente sola en la calle. 
Yasshiff había desaparecido calle abajo, y el coche se detuvo lentamente ante mí. Dentro había un tipo sudoroso, de cabello rizado, rodeado por lo que parecían sus colegas de juerga. Que las chicas hubiesen desaparecido me daba la certeza de que aquel era el tipo que buscaba. Si había algo que sabía cómo escapar a tiempo mejor que las ratas, esas eran las putas. Tragué saliva lentamente. Había olvidado completamente coger algún tipo de arma, amparándome en la protección del cainita.

Le sonreí y me apoyé en el coche, mientras aquel tipo hablaba sobre sexo y farfullaba obscenidades con aliento a alcohol. Bebía continuamente de una petaca que llevaba en el bolsillo interior de la chupa y sonreía con una sonrisa de cabrón que me daba ganas de darle una buena bofetada.

Le prometí que se la chuparía, pero sólo a él. "Llevo todo el día de pie, cariño, estoy demasiado cansada como para trabajarme las pollas de todos". Rieron, pero el hombre accedió. Le conduje a un callejón cercano. No sabía muy bien qué hacer, ya que no esperaba que Yasshiff quisiera que hiciera lo que aquel tipo quería que hiciera. Como me vio muy parada, me cogió de un brazo y empezó a sobarme. Una náusea me subió desde el estómago hasta la garganta. No soportaba las manos de aquel tipo sobre mi cuerpo.
-¿Vas a ser una putita buena? -Me preguntó al oído. De nuevo aquel deseo de golpearle. Sin embargo, sentir un metal frío contra mi espalda desnuda me tranquilizó. Un poquito- Porque sé que no eres buena, eres una zorra. Y vas a venir conmigo y mis amiguitos. Nos divertiremos todos ¿verdad?
-¿Eres tú el hijoputa que ha estado desmembrando a todas esas putas esta semana? -Pregunté a bocajarro. No soportaba sus manos, podría arrancárselas a mordiscos si pudiera- Casi una por noche, no me extraña que tuvieras que matarlas, no podrías pagarlas. Ni siquiera sé cómo se acercaron a ti con ese careto que tienes, cabrón.

Me dio una hostia que casi me deja en el sitio. Sólo había recibido golpes así de fuertes de Yasshiff, o de algún otro vampiro. Aquel hijo de puta era un ghoul. Antes de que pudiera abrir la boca, sacó un cuchillo tan largo como mi antebrazo y me apuntó con él. Escupí algo sólido envuelto en sangre, quizá una muela.
-Sí, me las cargué yo. -Sonrió, mientras se tambaleaba por el alcohol- Me vienes de puta madre, pensaba que ninguna puta sería tan tonta como para poder hacerlo una vez más antes de irme de esta ciudad. -Se arrodilló junto a mí y me cogió la cara- ¿Sabes qué estoy haciendo con su piel? Le estoy haciendo un abrigo a mi padre. Tendrías que ver qué cara más divertida ponen mientras ven cómo les voy quitando la piel, como si les arrancara una tirita usada. Quizá te lo enseñe ahora. 

Me cogió de un brazo, mientras detenía un puñetazo mío con la otra mano. En aquel instante, una sombra se detuvo en la entrada del callejón. Yasshiff tiró al suelo el cigarrillo y lo pisó.
-¿Quién es ese? ¿Tu chulo? -Le apuntó con la pistola y disparó varias veces. Yasshiff se rascó los agujeros de bala.
-Au -murmuró, sarcástico, mientras se le cerraban las heridas bajo sus dedos- ¿ya has terminado?

Antes de que pudiera darme cuenta, el caitiff ya estaba frente a él, cogiéndole el cuchillo con una mano mientras agarraba el grasiento pelo de aquel malnacido con la otra. Lo dejó como un dispensador de caramelos PEZ antes de que pudiera advertirle. Cuando le dije que pertenecía a algún vampiro, ya era tarde.

Mierda.

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