miércoles, 29 de mayo de 2013

Claudia III


Observé cómo salía del callejón, limpiándose los restos de sangre de la boca con el reverso de la manga. Luego me miró, con aquellos ojos de musgo que me rasgaban el alma. 
Le abrí la puerta del coche para que entrara, y luego me dirigí hacia el asiento del piloto, hasta acomodarme en él.
-¿Desde cuándo conduces tú? -Me preguntó, mientras se miraba la barba en el retrovisor, en busca de algún rastro de sangre.
-Desde que me dejas esperando mientras comes -respondí, dándole la última calada al cigarrillo y tirándolo  por la ventanilla abierta.

Después, di el contacto y puse en marcha el coche. 
Nos dirigíamos a un local nocturno de la ciudad. Nuestro perenne peregrinaje nos había llevado hasta aquel estado de norteamérica, uno de esos donde los paletos se mecen en sus porches con el trabuco al lado, y beben de jarras con una triple X marcada. Viajábamos sin cesar, subsistiendo a base de "encargos", huyendo de los Príncipes, del Sabbath, de los Justicars. 

Aparcamos detrás de aquel garito. La calle estaba desierta, y sus luces, apagadas. Los lunes por la noche no abrían, claro. Pero había un cartel en la puerta: "Auditions: Monday from 9 p.m."
-¿Sabes lo que tienes que hacer? -Me preguntó Yasshiff, mientras observaba la recámara de su pistola.
-¿Por quién me has tomado? -Repliqué, mientras sacaba una bolsita de plástico del bolso y cogía una carátula de un CD de la guantera.

El caitiff levantó la vista y me observó con dureza.
-¿Qué cojones te crees que estás haciendo?
-Necesito un chute si quieres que entre ahí dentro a hacer lo que quieres que haga.

Antes de que pudiera replicar, inhalé lo que pude y me dejé caer sobre el respaldo del asiento, tratando de asimilar la cantidad de sensaciones que estaban llegando desde mi nariz hasta el cerebro. No era una sensación tan placentera e intensa como la sangre de vampiro, pero actuaba de forma diferente, de la forma que necesitaba que actuara en aquel momento.
Yasshiff me cogió del brazo con tanta fuerza que me hizo daño. Pero del interior del local comenzó a salir música, y aquello le desconcentró lo suficiente como para que pudiera zafarme de él, e irme rápidamente. 

El local olía a humo de cigarrillos, a alcohol y a sangre. El suelo estaba pegajoso, y había un montón de mesas y sillas apiladas en un rincón. Al fondo, había un escenario con un par de barras de aluminio verticales, y una chica medio desnuda bailando en ellas. Delante, dos hombres sentados la observaban de espaldas a mí. 
Audiciones a partir de las 9. Aquellos cabrones no podían ni esperar a lavarse la cara para ver a una tía desnudarse delante de ellos. Putos vampiros enfermos.

Alguien me dijo que era la siguiente. No se habían presentado muchas chicas, porque sobre el local corría la leyenda negra de que no todas las que entraban, conseguían salir. Sonreí. Aquella leyenda negra iba a acabar esa misma noche.

Cuando por fin llegó mi turno, traté de concentrarme en la droga que recorría mis venas y aturdía mis sentidos lo suficiente para olvidarme del asco que comencé a sentir por mí misma, mientras me desnudaba y bailaba cogida a las barras. Quizá, si le hubiese hecho caso a Yasshiff, y no me hubiese metido un tiro, me habría dado cuenta de las caras de duda de los hombres que tenía frente a mí. Quizá me hubiese dado cuenta de la pistola que guardaban en el cinturón, y que sacaron mientras daba un giro espectacular, resbalando por el acero frío. Uno de ellos disparó, y el otro, directamente, sacó sus garras y se abalanzó sobre mí.
-Tú eres esa puta que acompaña al caitiff, ¿verdad? -Me preguntó, mientras me inmovilizaba contra el suelo.- ¿Eres esa? ¿La que va jodiendo desde unos meses por aquí?

Mierda. Así que habían conseguido meter mi cara en la lista. Se acabó lo de ser el señuelo. 
El disparo me había rozado el muslo, y escocía una barbaridad, pero peor fue el zarpazo que me metió aquel animal. Pensé que si tosía se me saldrían los intestinos. 
Después de abrirme el vientre con sus garras, se miró los dedos, y luego los olió.
-¿Qué mierda es esto que llevas puesto? No es purpurina...

Antes de que pudiera averiguar lo que era, se activaron los aspersores contra incendios. El vampiro de la pistola soltó un rugido, que se tornó en grito de sorpresa cuando se dio cuenta de que lo que caía no era agua, sino...
-¡Gasolina! -Gritó el gangrel que tenía encima, trató de asestarme otro garrazo mortal, pero le di una patada con toda la fuerza que pude reunir, y cayó del escenario. 

Pronto todo se tornó rojo fuego. Las llamas ardieron por doquier, prendiendo cada mesa, cada cortina, cada vampiro... También me cubrieron a mí, y recordé sabiamente las palabras de Yasshiff "Este líquido te protegerá de las llamas durante 20 segundos, así que gestiona bien tu tiempo". Me sostuve las tripas con una mano mientras renqueaba hacia la salida. Allí, Yasshiff me esperaba con su gabardina en la mano, para sofocar las llamas que me cubrían. Después, me llevó en brazos hasta el coche, y arrancó casi sin darme tiempo a cerrar la puerta.
-¿Desde cuándo conduces tú? -Pregunté, después de toser algo de sangre.
-Desde que te estás muriendo.
-Mierda -gemí.
-¿Qué?
-Se me ha quemado el pelo...

Yasshiff se rió cruelmente, mientras nos alejábamos de aquel bar en llamas. 

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